La acelerada deshumanización de los macroparadigmas del futuro inmediato, tales como la demografía incontenible, los recursos naturales limitados y contaminados, la carga bélica atómica y sus armas consanguíneas en crecientes incertidumbres, los poderes sombríos manejando la tecnología y la cibernética múltiple, unidos estos mandos a la manipulación genética descontrolada y sometida al comercio y al delito. Exige un giro del planeta y su ciudadanía hacia movimientos ultraculturales que procuren la salvaguarda y valoración humana.
Imaginemos en el porvenir un Gabinete de Ministros conformado por entidades de la talla de Pablo Neruda templo poético, Miguel de Unamuno sabio eterno, Jean-Paul Sartre crítico inquebrantable por el humanismo, Simone de Beauvoir filósofa de templanza y estética, Ingmar Bergman linterna de la psiquis, Fiódor Dostoyevski adorada cascada humana, Leonardo da Vinci polímata y gimnasta del color y de la forma, Pablo Picasso lírico de las geometrías, Guillaume Apollinaire reconstructor de la vida de los versos, Paul Gauguin velero de soles, William Shakespeare bíblico de criaturas, Miguel de Cervantes hermano de Cristo, Johann Sebastian Bach paz de aguas, Antonio Vivaldi ave y llave de almas, Liliana Cavani imagen de las neuronas, Ives Montand la personalidad de la decencia, Walt Whitman Olimpo de todas las vidas, Botticelli donador de primaveras, Miguel Ángel galaxia de Florencias, Kafka lector y escritor del cristal de los mortales, Goethe abrazo de pétalos y lunas; y así podríamos seguir hilando las cimas del próximo tiempo de referentes culturales, que contrapesen al realismo ortodoxo y a las ideologías vencidas. De manera ineludible, la dirección humana debe asistir hacia la Edad Cultural, aquella que conciba la genialidad de las almas, por el amor y la belleza, como lo fue el Renacimiento.
En estos días de páginas de Premio Nobel, se le podría requerir al timón de la prestigiosa Academia Sueca, el Premio Nobel de Cultura, como una semilla a estas ideas. Para que una nueva generación ofrezca el canto de su vida a sembrar mediante las artes, lo ultramarino y las alfombras del anónimo humanismo, que tanto necesitamos para reencontrarnos.
Imaginemos en el porvenir un Gabinete de Ministros conformado por entidades de la talla de Pablo Neruda templo poético, Miguel de Unamuno sabio eterno, Jean-Paul Sartre crítico inquebrantable por el humanismo, Simone de Beauvoir filósofa de templanza y estética, Ingmar Bergman linterna de la psiquis, Fiódor Dostoyevski adorada cascada humana, Leonardo da Vinci polímata y gimnasta del color y de la forma, Pablo Picasso lírico de las geometrías, Guillaume Apollinaire reconstructor de la vida de los versos, Paul Gauguin velero de soles, William Shakespeare bíblico de criaturas, Miguel de Cervantes hermano de Cristo, Johann Sebastian Bach paz de aguas, Antonio Vivaldi ave y llave de almas, Liliana Cavani imagen de las neuronas, Ives Montand la personalidad de la decencia, Walt Whitman Olimpo de todas las vidas, Botticelli donador de primaveras, Miguel Ángel galaxia de Florencias, Kafka lector y escritor del cristal de los mortales, Goethe abrazo de pétalos y lunas; y así podríamos seguir hilando las cimas del próximo tiempo de referentes culturales, que contrapesen al realismo ortodoxo y a las ideologías vencidas. De manera ineludible, la dirección humana debe asistir hacia la Edad Cultural, aquella que conciba la genialidad de las almas, por el amor y la belleza, como lo fue el Renacimiento.
En estos días de páginas de Premio Nobel, se le podría requerir al timón de la prestigiosa Academia Sueca, el Premio Nobel de Cultura, como una semilla a estas ideas. Para que una nueva generación ofrezca el canto de su vida a sembrar mediante las artes, lo ultramarino y las alfombras del anónimo humanismo, que tanto necesitamos para reencontrarnos.
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